opinión
ENERGIA NUCLEAR
Chile, el lobby nuclear y las lecciones de Fukushima
El próximo 11 de marzo se cumplirá un año del terremoto en Japón y del posterior desastre en la planta de energía de TEPCO en Fukushima, Japón. En este aniversario volverán a verse las imágenes del drama de miles de personas que, nos habían dicho, no volverían a ocurrir después de Chernobyl.
La ocasión también nos permite ensayar lecciones para Chile, justo cuando el Gobierno ha anunciado su estrategia nacional de Energía. Cabe decir, para empezar, que este accidente se debió principalmente a las fallas institucionales y a la decisión de permitir la auto-regulación de la industria.
El desastre no ocurrió en cualquier lugar. La industria nuclear del Japón fue un día mencionada como el ejemplo a seguir para impulsar la industria nuclear en Chile, precisamente, debido a las similitudes en los riesgos asociados a los eventos telúricos. Menos mal que hasta el momento no lo hemos seguido. Actualmente en Japón sólo dos de los 54 reactores están operativos y es posible que incluso dejen de funcionar en el breve plazo. Esto dejaría a Japón libre de la energía nuclear, incluso contra la voluntad de los lobbistas que han puesto sus esfuerzos en impedirlo.
Sin embargo, las secuelas del desastre de Fukushima ya están y se quedarán por mucho tiempo. La fuga radiactiva en el medio ambiente ha dado lugar a la contaminación del suelo, el aire, los ríos y el mar, con efectos en la salud (en todas sus dimensiones) aún por identificar.
Las secuelas de Fukushima han hecho retroceder el avance de la energía nuclear en todo el mundo. Pero aún no es transparente la real agenda nuclear en Chile. En el reciente anuncio de la Estrategia Nacional de Energía se informó que apenas se congelará el tema por este gobierno, es decir hasta el 2014, pero que seguirán financiándose los estudios ¿Para qué, si no es para su implementación posterior? Parecería lógico, si la apuesta por las energías limpias y seguras no fuera tan vaga, que la investigación fuera financiada en esa área.
Hoy Chile no tiene una regulación que permita identificar dónde es factible construir una central. Tampoco normas constructivas, ni procedimientos para garantizar un adecuado procesamiento de residuos. Pero el interés de quienes ven en esto un mercado y oportunidad de inversión debe mantenernos vigilantes y activamente en contra de cualquier decisión que le preste apoyo.
Hoy, el riesgo de implementar la energía nuclear en nuestro territorio está siendo financiado con dineros de todos los chilenos. Y lo grave del aprendizaje del desastre de los reactores en Japón, es que el efecto mismo del accidente se amplificó como resultado de una respuesta precaria y mal organizada. Ello, a pesar del alto grado de desarrollo tecnológico de Japón y de la triste experiencia en desastres nucleares y accidentes acumulados durante las décadas pasadas que minaron, desde antes, la confianza ciudadana con sus principales empresas. En los últimos días Greenpeace ha elaborado un extenso documento respecto de las lecciones a partir de Fukushima que estará disponible desde nuestra página web.
La energía nuclear nunca ha sido una solución rentable ni menos económica para países como Chile, a pesar de las enormes subvenciones públicas que ha recibido durante décadas, las que, en muchos casos, han redundado en un endeudamiento público creciente. Tampoco es una solución limpia ni segura, así como tampoco ayuda a resolver los efectos del cambio climático porque la escala de una solución al tema (y sus consecuencias) es inviable.
Por el contrario, el mundo entero está dando por terminado este segundo ciclo del discurso nuclear, que insistía en la seguridad lograda post Chernobyl, dando por cerrados sus programas nucleares en el mediano plazo. Las naciones ricas están comprendiendo la conveniencia en toda dimensión de incorporar las Energías Renovables No Convencionales.
Hoy, sin embargo, Chile ha entrado en una fase de decisiones. Esto ocurre en un momento en que los países europeos deciden dar la espalda a la energía nuclear y nuestros vecinos sudamericanos rechazan seguir empantanándose.
El punto es que tenemos enormes opciones ¿Sabía usted que en Chile la geotermia no se ha explotado? Así, mientras muchos hablan del gigantesco potencial de energías renovables de nuestra nación (los jeques renovables, dicen), aún nos gobierna la termoelectricidad, los megaproyectos y los mercados con características de monopolio.
Las instalaciones nucleares, ya sean militares o civiles, tienen una triste historia, marcada por los accidentes y los incidentes, el ocultamiento de los hechos, la desinformación y la mentira. Los conflictos entre naciones tanto por las centrales, como por sus residuos y productos resultantes, es también otra dimensión de riesgo. Y dado que los desechos son peligrosos por miles de años, no es un asunto menor.
Hoy Chile no tiene una regulación que permita identificar dónde es factible construir una central. Tampoco normas constructivas, ni procedimientos para garantizar un adecuado procesamiento de residuos. Pero el interés de quienes ven en esto un mercado y oportunidad de inversión debe mantenernos vigilantes y activamente en contra de cualquier decisión que le preste apoyo.
Responsablemente, las organizaciones de la sociedad civil han elaborado propuestas que evidencian nuestros potenciales renovables, la urgencia de definir metas claras en eficiencia energética para disminuir la demanda y la necesidad de reorganizar los mercados de energía.
¿Acaso no es preferible ponerse serio de una vez, tomar las medidas del caso y evitarse la absurda discusión sobre la generación nuclear? ¿Entraremos en un callejón sin salida, con una energía peligrosa y costosa?
Y valga la aclaración. Estaremos vigilantes sobre estas medidas hasta que quienes tienen el poder den garantías reales de que la sustentabilidad, la seguridad, la calidad y la vida de las personas son criterios intransables y coherentes con nuestra política energética.
No queremos que se repita en Chile el mismo error que otras naciones están intentando corregir. Llegó la hora de la responsabilidad y la transparencia.
Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
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