Se enciende el debate nuclear
Siete Días. El accidente en la planta de Fukushima, provocado por el terremoto y el tsunami que azotó a Japón, pone en jaque el florecimiento de la industria atómica en el mundo como alternativa energética frente al petróleo
Hasta el viernes 11 de marzo de 2011 el fantasma de Chernóbil (1986, Ucrania) era un recuerdo erosionado de un mundo que avanzaba decididamente hacia el uso de la energía nuclear como opción limpia y segura frente al contaminante y encarecido petróleo.
Pero desde ese día, el accidente de la central nuclear de Fukushima en Japón, ocurrido después del terremoto y el tsunami que azotó a la isla, reabrió el debate sobre la conveniencia de esta opción para un mundo con un estilo de vida que demanda energía con voracidad, sobre todo electricidad.
"El grave incidente ha puesto en duda un renacimiento nuclear global", dijo Alex Barnett, analista en la empresa Jefferies International.
"Esto arrojará nuevas dudas a los ojos del público sobre la seguridad de la energía nuclear y tendrá probablemente un impacto duradero en la industria", agregó el experto, citado por AFP.
El evento en Japón podría ocasionar un nuevo compás de espera para la entrada en funcionamiento de otras plantas nucleares o la extensión de la vida útil de muchas construidas hace 20 o 30 años, como la de Fukushima, que son la mayoría.
En el mundo hay 442 reactores nucleares operativos en plantas repartidas en 29 países, según el último informe anual del Organismo Internacional de Energía Atómica, organismo dependiente de la ONU. La mayoría de ellos se utilizan para generar electricidad.
En 2009, 55 reactores se encontraban en fase de construcción. Este número aumentó en un año a 200, con lo cual se calcula que para 2030 estén operativos 978 reactores, de acuerdo con la Asociación Nuclear Mundial, que reúne a fabricantes y expertos de la industria.
Frenazo y continuidad. Esta sema- na, varios gobiernos lanzaron agua fría a sus planes de readecuación de plantas y otros consideran que deben reevaluarse a la luz de lo ocurrido en Japón.
Estados Unidos, luego de un primer anuncio en el que descartaba cambios en la política nuclear, ordenó una "revisión exhaustiva" de los sistemas de seguridad de las 104 centrales en funcionamiento para confirmar si resisten desastres naturales. Gran Bretaña y España también ordenaron estudios. Alemania postergó por tres meses la decisión de prolongar la vida útil de 17 plantas, mientras Suiza suspendió la activación de 3 y China congeló la aprobación de futuras instalaciones.
El Parlamento Europeo aprobó una resolución en la que se llamó a los países miembros a realizar pruebas voluntarias de resistencia este mismo año.
En la otra acera están quienes continuarán con sus planes. Rusia y Bielorrusia dijeron que mantendrán su cooperación bilateral para fabricar sedes atómicas. Italia, que en 1987 cerró sus plantas nucleares tras un referéndum, prevé la construcción de algunas para disminuir la dependencia energética y bajar los precios de la electricidad.
Los anuncios revelan que el mundo industrializado, y algunos países de economías emergentes, tienen una agenda nuclear a futuro. Pero no siempre fue así. La explosión en 1986 en Chernóbil, considerada el peor desastre nuclear de la historia y que según la ONU habría causado entre 4.000 y 9.000 muertes por cáncer-, provocó el congelamiento mundial de los planes nucleares que empezaron a tambalearse en 1979 por el accidente en la planta de Three Mile Island en Pennsylvania. El reactor en la planta estadounidense liberó radiactividad en poca cantidad, pero provocó gran alarma en la opinión pública.
En los años siguientes, tres situaciones revirtieron la aversión que, en la opinión pública y en los gobiernos, dejaron esos eventos: el alza progresiva de los precios del crudo, el cambio climático y los desastres ecológicos ocasionados por los derrames de hidrocarburos. Un dato ilustrativo: en 2009, 59% de los ciudadanos de la Unión Europea opinaba que las plantas atómicas podía funcionar de forma segura. Ahora Fukushima reagita las aguas de un debate que había amainado.
La única solución limpia. Quienes abogan por la energía nuclear señalan dos ventajas comparativas claves: que es segura tanto en suministro como en prevención de accidentes y que es limpia, no contaminante.
"La tecnología de ahora es de cuarta generación y no es comparable a la de Fukushima, de segunda generación de la década de los setenta", indica Haydn Barros, jefe del Laboratorio de Energía Nuclear de la Universidad Simón Bolívar. Además, dice, hoy existen mayores controles de seguridad, nuevos materiales y diseños más eficientes.
Agrega que la planta nipona resistió durante una hora un terremoto de mayor magnitud (8,9 en la escala de Richter) que para el que estaba diseñado (8,3). "El tsunami que siguió cortó la electricidad para enfriar los reactores y eso no estaba previsto: dos eventos de tal escala tan seguidos".
Otro elemento que se debe tomar en cuenta según el experto es que la energía atómica es más segura que el petróleo porque dentro de 40 años habrá escasez de crudo por agotamiento de las reservas.
"Lo único que puede compensar esa falta es la energía nuclear". Hay otro punto: un kilo de uranio produce 600.000 veces más energía que el petróleo.
La seguridad también es laboral.
La Asociación Nuclear Mundial afirma que las estadísticas comprueban que en las instalaciones nucleares no hay casi accidentes ni bajas. "En cambio, todos los años miles de personas mueren en minas de carbón que proveen material para generar electricidad".
Un argumento clave de los lobistas de la industria es que la energía nuclear no emite, como lo hace el consumo petrolero, dióxido de carbono, responsable del calentamiento global. Por lo tanto, es una vía que ayudará a que los países alcancen las metas de reducción de emisiones establecidas en el Protocolo de Kioto y la ONU.
Ambientalistas como el británico George Monbiot indican que el cambio climático generado por la combustión fósil ha matado a más personas que el accidente de Chernóbil. "El calentamiento global ha cobrado vidas a través de elementos nocivos en la cadena alimenticia, la propagación de enfermedades y la degradación de las condiciones de vida para las personas más pobres del mundo", escribió en The Guardian. Se refería a los efectos cotidianos de las alteraciones del clima: la lluvia ácida que contamina sembradíos, el aumento de la temperatura mundial que estimula el crecimiento de insectos transmisores de males y los desastres ambientales.
A contracorriente. Los que rechazan la opción atómica señalan un racimo de razones: los riesgos de accidentes son reales, los costos de construcción de las plantas son exorbitantes, las instalaciones pueden constituir blanco de ataques terroristas, la proliferación de material radiactivo es inevitable y el desecho de material nuclear en forma segura no se ha alcanzado.
¿Es menos dañina para el ambiente? Brahma Chellaney, del Centro de Investigaciones Políticas de Nueva Delhi, afirma que la opción atómica agotará el agua en el planeta, un recurso ya escaso. Recuerda que los reactores utilizan este elemento para sus sistemas de enfriamiento y por lo tanto son un factor adicional en el calentamiento global, que aumenta el nivel de los océanos y pone en riesgo las líneas costeras del mundo.
"Las enormes cantidades de agua local que los reactores consumen pasan a ser corrientes de agua caliente que se bombean a los ríos, los lagos y los océanos", señala Chellaney.
Los riesgos son evidentes para los ecosistemas marinos y fluviales. Durante la ola de calor de 2003 en Francia hubo que detener las operaciones en 17 reactores nucleares a causa del rápido aumento de las temperaturas de los ríos y lagos cercanos.
Greenpeace alerta sobre "las mentiras" que esgrimen los pro nucleares. Una de ellas es que es una fuente segura porque existe uranio suficiente en la naturaleza para proveer de energía al mundo por 270 años.
"Los yacimientos son escasos y poco rentables. Además, el material se va a encarecer: ahora cuesta 10 veces más que en 2004". Los verdes agregan que, desde el punto de vista laboral, la nuclear genera menos empleo por unidad de energía producida que la renovable.
La amenaza bélica es otro elemento de preocupación. La proliferación de la tecnología nuclear podría dar pie a que gobiernos utilicen las plantas de manera inapropiada. "Ese supuesto `uso pacífico' que aducen algunos países esconde el prólogo de un camino que lleva a la producción de bombas y armamentos atómicos", dice Sergio Antillano, planificador ambiental. Es el caso de Irán y Corea del Norte, destaca.
En medio del cruce de opiniones hay quienes consideran que es mejor esperar. "Vivimos en una cultura de lo inmediato. Hay que hacer un análisis frío, porque cualquier decisión sería precipitada", señala Luis Echávarri, director de la Agencia de Energía Nuclear de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico.
Pero desde ese día, el accidente de la central nuclear de Fukushima en Japón, ocurrido después del terremoto y el tsunami que azotó a la isla, reabrió el debate sobre la conveniencia de esta opción para un mundo con un estilo de vida que demanda energía con voracidad, sobre todo electricidad.
"El grave incidente ha puesto en duda un renacimiento nuclear global", dijo Alex Barnett, analista en la empresa Jefferies International.
"Esto arrojará nuevas dudas a los ojos del público sobre la seguridad de la energía nuclear y tendrá probablemente un impacto duradero en la industria", agregó el experto, citado por AFP.
El evento en Japón podría ocasionar un nuevo compás de espera para la entrada en funcionamiento de otras plantas nucleares o la extensión de la vida útil de muchas construidas hace 20 o 30 años, como la de Fukushima, que son la mayoría.
En el mundo hay 442 reactores nucleares operativos en plantas repartidas en 29 países, según el último informe anual del Organismo Internacional de Energía Atómica, organismo dependiente de la ONU. La mayoría de ellos se utilizan para generar electricidad.
En 2009, 55 reactores se encontraban en fase de construcción. Este número aumentó en un año a 200, con lo cual se calcula que para 2030 estén operativos 978 reactores, de acuerdo con la Asociación Nuclear Mundial, que reúne a fabricantes y expertos de la industria.
Frenazo y continuidad. Esta sema- na, varios gobiernos lanzaron agua fría a sus planes de readecuación de plantas y otros consideran que deben reevaluarse a la luz de lo ocurrido en Japón.
Estados Unidos, luego de un primer anuncio en el que descartaba cambios en la política nuclear, ordenó una "revisión exhaustiva" de los sistemas de seguridad de las 104 centrales en funcionamiento para confirmar si resisten desastres naturales. Gran Bretaña y España también ordenaron estudios. Alemania postergó por tres meses la decisión de prolongar la vida útil de 17 plantas, mientras Suiza suspendió la activación de 3 y China congeló la aprobación de futuras instalaciones.
El Parlamento Europeo aprobó una resolución en la que se llamó a los países miembros a realizar pruebas voluntarias de resistencia este mismo año.
En la otra acera están quienes continuarán con sus planes. Rusia y Bielorrusia dijeron que mantendrán su cooperación bilateral para fabricar sedes atómicas. Italia, que en 1987 cerró sus plantas nucleares tras un referéndum, prevé la construcción de algunas para disminuir la dependencia energética y bajar los precios de la electricidad.
Los anuncios revelan que el mundo industrializado, y algunos países de economías emergentes, tienen una agenda nuclear a futuro. Pero no siempre fue así. La explosión en 1986 en Chernóbil, considerada el peor desastre nuclear de la historia y que según la ONU habría causado entre 4.000 y 9.000 muertes por cáncer-, provocó el congelamiento mundial de los planes nucleares que empezaron a tambalearse en 1979 por el accidente en la planta de Three Mile Island en Pennsylvania. El reactor en la planta estadounidense liberó radiactividad en poca cantidad, pero provocó gran alarma en la opinión pública.
En los años siguientes, tres situaciones revirtieron la aversión que, en la opinión pública y en los gobiernos, dejaron esos eventos: el alza progresiva de los precios del crudo, el cambio climático y los desastres ecológicos ocasionados por los derrames de hidrocarburos. Un dato ilustrativo: en 2009, 59% de los ciudadanos de la Unión Europea opinaba que las plantas atómicas podía funcionar de forma segura. Ahora Fukushima reagita las aguas de un debate que había amainado.
La única solución limpia. Quienes abogan por la energía nuclear señalan dos ventajas comparativas claves: que es segura tanto en suministro como en prevención de accidentes y que es limpia, no contaminante.
"La tecnología de ahora es de cuarta generación y no es comparable a la de Fukushima, de segunda generación de la década de los setenta", indica Haydn Barros, jefe del Laboratorio de Energía Nuclear de la Universidad Simón Bolívar. Además, dice, hoy existen mayores controles de seguridad, nuevos materiales y diseños más eficientes.
Agrega que la planta nipona resistió durante una hora un terremoto de mayor magnitud (8,9 en la escala de Richter) que para el que estaba diseñado (8,3). "El tsunami que siguió cortó la electricidad para enfriar los reactores y eso no estaba previsto: dos eventos de tal escala tan seguidos".
Otro elemento que se debe tomar en cuenta según el experto es que la energía atómica es más segura que el petróleo porque dentro de 40 años habrá escasez de crudo por agotamiento de las reservas.
"Lo único que puede compensar esa falta es la energía nuclear". Hay otro punto: un kilo de uranio produce 600.000 veces más energía que el petróleo.
La seguridad también es laboral.
La Asociación Nuclear Mundial afirma que las estadísticas comprueban que en las instalaciones nucleares no hay casi accidentes ni bajas. "En cambio, todos los años miles de personas mueren en minas de carbón que proveen material para generar electricidad".
Un argumento clave de los lobistas de la industria es que la energía nuclear no emite, como lo hace el consumo petrolero, dióxido de carbono, responsable del calentamiento global. Por lo tanto, es una vía que ayudará a que los países alcancen las metas de reducción de emisiones establecidas en el Protocolo de Kioto y la ONU.
Ambientalistas como el británico George Monbiot indican que el cambio climático generado por la combustión fósil ha matado a más personas que el accidente de Chernóbil. "El calentamiento global ha cobrado vidas a través de elementos nocivos en la cadena alimenticia, la propagación de enfermedades y la degradación de las condiciones de vida para las personas más pobres del mundo", escribió en The Guardian. Se refería a los efectos cotidianos de las alteraciones del clima: la lluvia ácida que contamina sembradíos, el aumento de la temperatura mundial que estimula el crecimiento de insectos transmisores de males y los desastres ambientales.
A contracorriente. Los que rechazan la opción atómica señalan un racimo de razones: los riesgos de accidentes son reales, los costos de construcción de las plantas son exorbitantes, las instalaciones pueden constituir blanco de ataques terroristas, la proliferación de material radiactivo es inevitable y el desecho de material nuclear en forma segura no se ha alcanzado.
¿Es menos dañina para el ambiente? Brahma Chellaney, del Centro de Investigaciones Políticas de Nueva Delhi, afirma que la opción atómica agotará el agua en el planeta, un recurso ya escaso. Recuerda que los reactores utilizan este elemento para sus sistemas de enfriamiento y por lo tanto son un factor adicional en el calentamiento global, que aumenta el nivel de los océanos y pone en riesgo las líneas costeras del mundo.
"Las enormes cantidades de agua local que los reactores consumen pasan a ser corrientes de agua caliente que se bombean a los ríos, los lagos y los océanos", señala Chellaney.
Los riesgos son evidentes para los ecosistemas marinos y fluviales. Durante la ola de calor de 2003 en Francia hubo que detener las operaciones en 17 reactores nucleares a causa del rápido aumento de las temperaturas de los ríos y lagos cercanos.
Greenpeace alerta sobre "las mentiras" que esgrimen los pro nucleares. Una de ellas es que es una fuente segura porque existe uranio suficiente en la naturaleza para proveer de energía al mundo por 270 años.
"Los yacimientos son escasos y poco rentables. Además, el material se va a encarecer: ahora cuesta 10 veces más que en 2004". Los verdes agregan que, desde el punto de vista laboral, la nuclear genera menos empleo por unidad de energía producida que la renovable.
La amenaza bélica es otro elemento de preocupación. La proliferación de la tecnología nuclear podría dar pie a que gobiernos utilicen las plantas de manera inapropiada. "Ese supuesto `uso pacífico' que aducen algunos países esconde el prólogo de un camino que lleva a la producción de bombas y armamentos atómicos", dice Sergio Antillano, planificador ambiental. Es el caso de Irán y Corea del Norte, destaca.
En medio del cruce de opiniones hay quienes consideran que es mejor esperar. "Vivimos en una cultura de lo inmediato. Hay que hacer un análisis frío, porque cualquier decisión sería precipitada", señala Luis Echávarri, director de la Agencia de Energía Nuclear de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico.
Fuente:
CONSULTEN, OPINEN , ESCRIBAN .
Saludos
Rodrigo González Fernández
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