Lo nuclear y lo desconocido
Gema Diego.- Al margen de las previsiones turísticas de casi lleno para esta semana, de la huelga en British Airways, de los cortes de trenes por el accidente de Arévalo y de las discusiones sobre la estabilidad económica en Europa, mi última semana ha tenido entre sus hits noticiosos un aprendizaje de inmersión sobre energía nuclear. Y me he dado cuenta de que es curioso todo lo que desconocemos e imaginamos sobre asunto; y todo lo que nos sorprenderíamos si nos atreviéramos a acercarnos a este mundo.
No son de dominio público cuestiones como que, a diferencia del petróleo, la mayoría de los yacimientos de uranio se encuentran en países carentes de tensiones geopolíticas (Canadá y Australia), por lo que su precio como materia prima no oscila a cada amenaza de guerra. ¿O quién sabe cómo se fabrican los elementos combustibles que utilizan las centrales para generar energía? ¿Y qué forma tienen?
No es común conocer el proceso de formación de minúsculas pastillas de óxido de uranio con diferentes componentes, del tamaño de apenas una pequeña goma de borrar de las que mordisqueamos en el lápiz. Ni saber cómo éstas se colocan en el interior de finas varillas metálicas de más de tres metros de largo, y cómo éstas se ensamblan en estructuras ortoédricas de diferentes tipos (estadounidense, francés, ruso), algunas de las cuales incluyen agua y un veneno de curioso nombre, el gadolinio, que se encarga de domar la fisión para que no se desboque.
No es habitual poder cuantificar la escasa cantidad de medios de transporte necesarios para transportar una carga que una central nuclear tardará en consumir 18 meses, frente a los numerosos camiones, vagones o petroleros que hacen falta para trasladar el carbón y el petróleo. Ni darse cuenta de que las centrales nucleares no emiten humo, sino vapor de agua, por lo que no lanzan absolutamente nada de dióxido de carbono a la atmósfera.
Tampoco se suele poner de relieve que los residuos de la combustión nuclear contienen aún un 96 por ciento de uranio, por lo que en el futuro, si se desarrolla la tecnología pertinente, podrían reciclarse para obtener nuevos elementos para la fisión.
Se trata de apreciar, en fin, que la energía nuclear es una solución limpia, de alta tecnología, creadora de puestos de trabajo, capaz de proporcionar un suministro estable y continuo y, a la larga, barata de sostener, para mantener nuestro nivel de vida sin contaminar. Como contrapartida, las medidas de seguridad deben ser de máxima precisión para que no se produzca un solo problema de radiaciones, porque un fallo no controlado podría ser fatal. Ahí, en nuestros miedos, o en la confianza en nuestras capacidades humanas, está el fiel de nuestra balanza, la medida de lo que nos atrevemos a arriesgar.
FUENTE:
Saludos,
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RODRIGO GONZALEZ FERNANDEZ
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